¡Comprometida con la educación integral!

Tomar conciencia de que soy hija, sobrina, nieta y bisnieta de educadores me hizo asumir con aún más responsabilidad mi rol como maestra.

Sin planearlo llegué al mundo de la educación gracias a mi formación en la música y hoy por hoy puedo decir que es una de las mejores cosas que me ha pasado en la vida.

Como exalumna del Conservatorio de Castella siempre estuve en contacto con las artes y eso fue lo que me abrió las puertas que me permitirían acceder a tantas experiencias que de otra forma no hubiera podido vivir. Además, puedo decir que fue gracias a la educación recibida en el Castella que hoy soy lo que soy y hago lo que hago.

Pero volviendo al tema de la “genética de educadores” en mi familia, siempre recuerdo las historias que mi abuela Carmen nos contaba de sus años como maestra y las revivo cada vez que yo le cuento a otra persona alguna historia que he pasado con mis estudiantes. Esas historias junto con la admiración que le tengo a mi abuela por su vocación por enseñar es lo que me motiva a dar lo mejor de mí cada día en mi labor como maestra.

Y es que también he encontrado en la docencia un rol en la sociedad que me permite cumplir uno de mis sueños de niña: ¡cambiar el mundo! Sí, yo sé, eso de cambiar el mundo suena bastante cliché, pero es que estos años como maestra me han hecho afianzar la idea de que si queremos tener un mundo mejor la niñez debe ser nuestra prioridad.


Contribuyendo con la educación integral a través de Recursos didácticos y capacitación

“La Mente Absorbente constituye la base de la sociedad creada por el hombre y nos aparece en los rostros del delicado y pequeño niño que resuelve las misteriosas dificultades del destino humano con la virtud del amor.”

María Montessori


Sin lugar a duda, mi paso por una institución Montessori me hizo valorar aún más el potencial que tienen los niños y niñas durante la primera infancia.

Fue ahí donde me propuse salir de mi zona de confort y buscar nuevas herramientas que me permitieran ir más allá en las clases de música que impartía.

Fue ahí donde me pregunté a mi misma “¿será que niños de preescolar pueden aprender a leer notas en el pentagrama sin estar en clases de algún instrumento?” y la respuesta la encontré en cada par de ojitos brillantes que me miraban con tanta atención cuando les hablaba del pentagrama y las notas musicales.

Fue ahí donde escuché a mis primeros estudiantes leer diferentes alturas en el pentagrama entre risas porque pensaban que solamente estaban jugando.

Y fue ahí donde le encontré sentido a mi vida como maestra de música.

Melissa Valverde Umaña