¿Y de qué me va a servir la música en el futuro?


Estoy segura que la mayoría de las personas educadoras musicales nos hemos tenido que enfrentar al siguiente cuestionamiento por parte de nuestros estudiantes “Profe, ¿por qué tenemos que llevar clases de música? ¿De qué me va a servir todo esto si yo no quiero ser músico cuando sea grande?”.

Estas preguntas han rondado mi cabeza durante años, tratando de prepararme para el momento en que alguien me las haga a mí. Sin embargo, tengo que confesar que cuando me las hicieron no supe qué contestar.


Escribo estas líneas con el afán de ordenar mis ideas y estar preparada para la próxima vez que alguien me haga esas preguntas (aunque espero que no haya una próxima vez). También para compartir con mis colegas algunos pensamientos sobre este tema que en lugar de verlo como una amenaza, podemos tomarlo como una oportunidad de afianzar nuestra actividad.


Para dar respuesta a ese cuestionamiento quisiera hacerlo en tres segmentos, que más que dar posibles respuestas pueden darnos también las causas por las cuales algunos estudiantes cuestionan la importancia de la educación musical. Valga aclarar que con estas tres ideas no pretendo satanizar a las personas que pregunten por la utilidad de las clases de música en sus vidas, sino más bien hacer ver como es el mismo sistema el que ha hecho que la educación artística sea vista como algo inútil.


En cada una de las siguientes tres secciones quisiera destacar aspectos a los que el sistema educativo ha puesto especial importancia, por encima de otros que a mi parecer deberían ser la prioridad en cada espacio de enseñanza-aprendizaje.


  1. El futuro por encima del presente


El primer punto que quisiera abordar es el relacionado con el pensamiento de que las personas estudian para lograr diferentes objetivos en el “futuro”, lo cual es en cierta forma cierto. Sin embargo, no debemos dejar de lado que vivimos en el presente y que todo lo que hagamos tienen su efecto en el aquí y ahora.


Cuando nos concentramos en estudiar para “ser profesional en el futuro” estamos centrando nuestra atención en un resultado y olvidamos que lo que en realidad importa es el proceso.


Las clases de música en preescolares, escuelas y colegios no son para que los estudiantes se conviertan en los futuros músicos del país, así como las clases de matemáticas o ciencias no son para que todos los estudiantes se conviertan en matemáticos o científicos.


Si tomamos en cuenta que la música en centros educativos proporciona herramientas para lograr estados mentales y emocionales que propician el aprendizaje, incluso de las otras materias, encontraríamos fácilmente la utilidad de la enseñanza musical en el presente, en lugar de preguntarnos para qué nos va a servir en el futuro.



  1. La imposición de ideas por encima de la libertad de expresión artística


Como segundo punto que quisiera destacar es que el sistema educativo ha propiciado espacios en los cuales profesor o profesora, desde una posición de “superioridad”, enseña sus conocimientos a los estudiantes, partiendo del supuesto de que estos entran a las aulas como contenedores vacíos y que su misión como docentes es llenarlos de conocimiento. Un sistema así olvida que antes de ser estudiantes, estamos tratando con personas, con seres humanos que son sujetos de derechos y que nuestra misión más bien es la de ser garantes del cumplimiento de estos derechos.


Recientemente tuve la oportunidad de abordar con mis estudiantes de 6 y 7 años el tema de los derechos humanos de los niños y las niñas desde la clase de música. Para ellos fue fantástico descubrir que tienen derecho a expresarse a través de las artes y a participar en la vida cultural del país, y eso les permitió compartir con sus compañeros de clase aspectos importantes de su vida a través de canciones. Eso también les dio la oportunidad (tanto a ellos como a mí) de conocer nuevas canciones que nunca antes habían escuchado y conocer mejor a quiénes les acompañan durante sus clases toda la semana. Incluso pudieron experimentar la posibilidad de describirse a través de música instrumental dejando de lado las palabras del lenguaje hablado.


En fin, la música como expresión artística nos da una amplia posibilidad de conocernos a nosotros mismos, a quienes nos rodean y de poder expresarnos de formas creativas.



  1. Los contenidos por encima de las habilidades


El último punto que quisiera compartir es con respecto al peso que se le ha dado al aprendizaje de contenidos por encima de las habilidades. Con esto me refiero a que para el sistema es más importante que estudiantes memoricen letras de himnos, cualidades del sonido o nombres de instrumentos musicales, en lugar de favorecer el desarrollo de habilidades de comprensión, interpersonales o de comunicación, por mencionar algunos ejemplos.


Hace unos días mi esposo, quien también es músico y profesor, recibió el mensaje de una exalumna contándole que está próxima a terminar su licenciatura en una carrera de administración. De esa conversación lo que más nos conmovió fue leer lo siguiente: “Usted fue una de las personas que agradezco el aprendizaje, disciplina y muchas cosas que me han formado y no como alumna sino como persona, y eso es lo que jamás se olvida de los profes!!” Para alguien que se dedica a la docencia nada se compara con recibir este tipo de mensajes y es ahí donde nos damos cuenta que la enseñanza musical tiene la capacidad de impactar de manera positiva y significativa la vida de los estudiantes.


A manera de conclusión, me gustaría pensar que desde las clases de música podemos transformar el sistema educativo y lograr que sea uno en el cual se prepare a seres humanos para vivir más conscientes en el aquí y el ahora, que tengan derecho a la libertad de expresión artística y que priorice el desarrollo de las habilidades necesarias para vivir en una sociedad más pacífica, justa y equilibrada.




Melissa Valverde Umaña