El silencio


El silencio, se puede definir como la ausencia de sonido, en el caso de la música se considera una pausa en una de las partes de una ejecución musical. Se han hecho experimentos sobre el silencio creando salas especiales llamadas cámaras anecoicas, estas están diseñadas para absorber la mayor cantidad de ondas acústicas, tanto de fuentes externas como internas de la sala.

De estas salas, actualmente, la que está en el “Libro Guinness de los Records”, es la del Laboratorio Orfield que tiene la capacidad de apagar el 99.9% de los sonidos. Si una persona entra a la sala y se apagan las luces, la privación de los sentidos hace que, pasados 30 minutos, las personas empiecen a desorientarse y experimentar alucinaciones.

Esta introducción, es para entender que realmente en nuestro día a día no existe el silencio absoluto, vivimos en un mundo ruidoso. Claro, no es lo mismo el ruido en el medio de un bosque que en una calle principal en cualquier ciudad, pero en cualquiera de las situaciones encontraremos ruidos diversos.

Y si pensamos dentro de nuestras rutinas, empezamos nuestro día con un sonido del despertador y desde ahí diversos sonidos nos acompañan durante el resto de nuestra rutina. Para demostrar esto podemos realizar la siguiente reflexión: Al hacer un repaso de los que hacemos en el día a día, preguntarnos ¿Qué tan consientes somos de los sonidos que nos acompañan todos los días?, tal vez tenemos la costumbre de poner música para nuestro quehacer o algún programa en el televisor, un video, etc., ¿y el resto de los sonidos? Personas a nuestro alrededor, tránsito, aparatos eléctricos y encima las notificaciones constantes de nuestros dispositivos, ahora, ¿Qué pasó con esa canción o video que teníamos puesto?, ¿estamos realmente escuchando? O ¿es otro sonido más dentro de nuestro ambiente?

Y no tiene nada de malo, ¿verdad? estamos acostumbrados muchas veces a estar siempre poniendo sonidos de fondo en nuestras vidas, de algún modo es de las cosas maravillosas de la música, podemos usarla para acompañar muchas de nuestras actividades sin tener que prestar mucha atención y ahí nos acompaña, al prepararnos para salir, al caminar, haciendo ejercicio, cocinando, manejando, etc.

Pero ¿nos estamos también perdiendo detalles? Entre tanto ruido extra y no tener atención plena, ¿qué nos estamos perdiendo de lo que escuchamos? Tal vez nos estamos desensibilizando sobre lo que realmente nos gusta y consumimos cualquier música que se parece a lo que pensamos que escuchamos generalmente, pero sin concentrarnos en ella.

Podemos cerrar los ojos y tomarnos una pausa de los estímulos de este sentido, pero de la audición no podemos (exceptuando a las personas que por alguna condición médica no pueden escuchar). Además del bombardeo de ruidos de nuestra civilización, nos vemos rodeados de sonidos que se nos envía constantemente y van desde las señales audibles de tránsito hasta la música que usan en los centros de consumo, estas últimas con una intención de modificar nuestro comportamiento, sin ni siquiera notarlo (los invito a leer nuestro blog sobre música y el cerebro).

Para ir aterrizando a donde quiero llegar con todo esto, creo que de parte de la educación musical podemos ayudar con la concientización de la contaminación sónica a la que estamos expuestos todos. Y aunque la mayoría de los sonidos a nuestro alrededor estén fuera de nuestro control les propongo tres ejercicios que pueden realizar:

Primero, empiecen por ser más conscientes de los sonidos de su entorno, vayan por su día prestando atención a los sonidos que están ahí todos los días. Recuerdo con cariño a una profesora en la universidad que nos llevó de excursión para que pudiéramos descubrir “paisajes sonoros”. Y realmente puede cambiar una experiencia, no importa si estamos caminando en un bosque o por la ciudad simplemente prestar atención a los sonidos puede ser muy agradable y transforma la experiencia.

Segundo, ¿les gusta la música? Escuchen con atención su música favorita, no hagan nada más solo escuchen, esto no quiere decir que se sienten rígidos e inmóviles, si lo que están escuchando les provoca moverse háganlo, pero sigan plenamente conscientes de lo que están escuchando. Perciban detalles, les aseguro que encontrarán pequeñas cosas nuevas cada vez que escuchen la misma música.

Y finalmente, el silencio. Busquen un lugar y una hora del día que tengan el mayor silencio posible y simplemente disfrútenlo. Darse un descanso de los sonidos también es muy saludable y en esta vida hiperconectada es importante darse esas pausas y refrescarnos. De repente podríamos encontrarnos de nuevo con nuestros pensamientos creativos que estaban esperando un espacio para salir y ser escuchados.

Juan Carlos Porras Castro